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Título : Colinas florecidas de niños
Autor : Restrepo Jaramillo, José (Autor)
Palabras clave : Creación literaria;Cuento;Literatura del siglo XX
Fecha de publicación : 1980
Editorial : Medellín: Editorial Bedout, 1980
metadata.dc.description.notes: Análisis y sistematización de información: Alejandro Pineda Rincón, estudiante del Pregrado en Letras: Filología HispánicaProyecto: Memorias y archivos literarios (SILC-Jericó), (2011-2012)Responsable: María Stella Girón López, profesora de literatura, Facultad de Comunicaciones, Grupo de Investigación Colombia: tradiciones de la palabra (CTP), Universidad de Antioquia. Institución: Banco Universitario de Programas y Proyectos de Extensión ?BUPPE- Convocatoria 2011, Vicerrectoría de Extensión, Universidad de Antioquia
Resumen : Colinas florecidas de niños relata la dolorosa fuga mental de un hombre que quiere escapar de su tiempo. El hombre caracterizado como muy puntual y gran lector, una mañana, luego de haber llegado como de costumbre a su escritorio, oyó las voces de un grupo de niños jugando en un patio vecino sembrado de árboles frutales, naranjos, mangos, limoneros, “que extendían por el aire una amplia y ondulante alfombra de olores y colores cuyos ribetes estremecidos llegaban hasta el empecinado trabajador” (1980, 374). Mientras las ramas de los árboles, las hojas, los insectos y las risas de los niños le ofrecían un concierto de movimiento y vitalidad, él recreaba sus fantasías literarias trasladando este universo a otro que había encontrado en sus libros. No pudo resistir. Dio una última mirada a la ventana por donde le entraban los gritos y los cantos alegres de los niños, y salió intempestivamente de la oficina. Encuentra en su camino a un joven poeta a quien le va a financiar la edición de una revista y lo anima con la noticia. Más adelante repara en un político a quien le asegura que la razón de su éxito es su capacidad de corromperse, idea que atormentaba sus pensamientos, sin que hubiera tenido oportunidad de decírselo. Se conmueve frente a la miseria de unos niños que ve al lado del camino. Evoca con esta imagen su propia niñez y siente que su angustia interior se acrecienta con la caída de la tarde. Deambuló por horas. La gente que lo miraba notaba algo en su expresión. Quiso regresar a la oficina, pediría a los niños del jardín infantil que lo ayudaran a verificar las sumas, pero, antes, “les rogaría que cantaran y gritaran y rieran sobre los árboles sin miedo de nadie, menos de él, mucho menos de cualquier fantástico Prometeo encadenado” (1980, 376). Con la mirada nublada buscó orientarse mirando al norte y al sur, al este y al oeste, al cielo y a sus zapatos, situado en mitad de la calle, se lanzó a toda carrera calle arriba hacia el tranvía con el fin de arrojarse a su paso, pero es rescatado por unas manos desconocidas y llevado al sanatorio donde es internado inmediatamente. No quería entrar allí, luchó por fugarse del cerco que le tendieron los enfermeros y los médicos: no era su oficina, no veía sus papeles. Una vez logró desasirse de los brazos de sus salvadores se quedó quieto y calmo en un rincón. En ese momento oyó una voz remota, pero familiar, era Lucas, su compañero de oficina que le decía “¿pero qué es lo que le pasa, doctor? Hace rato está allí, clavado, llorando como un niño. ¿Le duele mucho la cabeza?” “¿La cabeza? No, Lucas. Ojalá, ojalá. Quién pudiera saber lo que me duele” (1980, 378).
Descripción : 373-378
URI : http://biblioteca.udea.edu.co:8080/leo/handle/123456789/5944
Aparece en las colecciones: SILC

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