Lectura de cabecera

Abstract

En este texto se hace una exaltación de los valores de aquel libro que en la tradición lectora de la literatura va debajo de la almohada. El autor hace una caracterización del libro de cabecera afirmando que éste debe estar determinado por un equilibrio entre lo severo y lo flácido, ya que ambos extremos pueden no producir los efectos adecuados para esa relación entre lo onírico y la lectura en este contexto determinado, el momento previo al sueño. El libro de cabecera, según Vélez, debe ser importante sin llamar la atención. Pero este tipo de características no sólo deben determinarse dentro del libro, debe haber también una disposición por parte del lector, un sutil descenso al silencio, a la soledad y a la calma. De acuerdo al punto material de este tipo de libro, debe estimarse que jamás esté provisto de la exagerada grandilocuencia de muchos tipos de obras que lo único que permiten entrever es una ridícula petulancia que se ha hace demasiado notable para un buen lector. Los tiempos de la lectura antes de dormir, deben estar regidos por el lector, éste debe saber en qué momento suspenderla, ya que la conflagración de demasiadas sensibilidades provistas por el libro, pueden llegar a intervenir en el discurrir de los sueños, como lo evoca el autor: ""Muchos sueños, con seguridad, se originan en el estímulo provocado por imágenes recibidas antes de dormir""; el autor señala el ejemplo de Alejandro Magno cuyo libro de cabecera era la Ilíada de Homero. Jaime Alberto Vélez también deja entrever una nostalgia que radica en el hecho de que en otro tiempo los textos que se leían antes de dormir eran cartas sentimentales y diarios de viaje, mientras que ahora las personas se limitan a ver telenovelas y noticieros. El texto concluye con una última exaltación al libro de cabecera como lectura previa al sueño: este libro no se lee por obligación en la mayoría de los casos; siempre es el libro en que el lector más apoya sus placeres, donde se incluye en un nuevo mundo, pese a que cuando se termina la lectura viene al flagelo de la realidad.