Ideas vagabundas

Abstract

La lectura en este caso hace referencia al carácter de libertad de las frases célebres. Para esto el autor evoca la cita de Octavio Paz ""Confucio afirmó que acometería en su primer acto de gobierno la reforma del lenguaje"". Alfonso Reyes afirma que esa propuesta es de Lao Tse. Desde este ejemplo comienza Jaime Alberto Vélez a analizar la libertad de las frases, declaraciones, posturas y premisas célebres de la historia. Comienza afirmando que una de las características de las frases célebres es que cambian de autor constantemente y que alcanzan un alto nivel de fama posiblemente porque adquieren una vida más autónoma y con mayor perpetuidad que la de algún insignificante personaje que las haya abarcado; no obstante, Vélez aclara rápidamente que su intención no es tratar el tema de los derechos de autor. Continúa diciendo que el valor de las frases célebres no se limita a la simple valoración psicológica o a las circunstancias sobre las que surgieron; éstas trascienden más allá, adquieren una libertad espléndida y acogida en las distintas culturas. De acuerdo a esto, es muy común que los autores expresen frases reconocidas en la obra de autores anteriores, pero es importante anotar que este hecho no implica falta de autenticidad debido a esa misma libertad que tienen las frases célebres. Además de esto, cuando se toma alguna frase expresada originalmente por otro autor no es de juzgar, ya que, a la vez, aquel que está tomando esa frase seguramente le será tomada una suya por otro autor; por tanto, se habla de un tipo de compensación y reciprocidad a tal respecto. Cuando se duda sobre la autoría de alguna frase, en muchas ocasiones se tienta a atribuírsele a un autor cuyo estilo es sustentable por alguna característica manifestada en una determinada frase; por ejemplo aquellas frases compuestas por una ironía o una paradoja, tienden a atribuírsele a Óscar Wilde. Posteriormente Jaime Alberto Vélez afirma que una de las propiedades de las frases célebres es que al ser empleadas se evita el tedio de pensar y concluye afirmando que Octavio Paz y Alfonso Reyes, bajo este orden de ideas no se equivocaron.