Epifanio Mejía. El poeta y su obra

Abstract

Da cuenta el análisis del padre Félix Restrepo de las relaciones causales entre la vida y la obra del poeta antioqueño Epifanio Mejía (1839-1913). Podría dividirse el artículo en dos partes: una primera y breve semblanza de la ""figura terrestre"" del poeta y una segunda correspondiente a la clasificación de su poesía y a su significación a partir de los acontecimientos vitales más importantes. Relata el padre Restrepo el origen campesino de Epifanio Mejía, ""el hogar antioqueño donde todavía perduran las virtudes de los patriarcas de la tierra prometida; hogar castizo donde el corazón se vincula hondamente a los padres y hermanos y se difunde en vibraciones de amor fraternal por el contorno de la tierra que nos ha acogido en su seno..."" Tras la muerte del padre, y en su condición de hermano mayor, deja la casa de su infancia en busca del pan para todos. Así, entre Yarumal y Medellín transcurre la historia de su vida, la de su esposa Ana y las de sus doce hijos, nostálgico y apaciblemente enloquecido. Vida y obra van de la mano. La muerte del padre y el advenimiento de su único amor, ""el de la novia que después fue la esposa"", atraviesan las cuatro clases de poemas que para Félix Restrepo conforman la obra de Epifanio Mejía, a saber: Poemas de la ternura; poemas de la naturaleza; Amelia; poemas épicos o guerreros. Hacen parte de los primeros ""los del hogar campesino, al aire libre, donde se respira a pulmón lleno el aire benéfico de las montañas, donde el mullido césped es la alfombra, y aves, insectos y flores los juguetes"". Son poemas idílicos pero sonoros y concisos, al igual que los dedicados a sus amigos y a su esposa, ""la más bella expresión de la ternura del amor cristiano"". Tanto los poemas épicos como los poemas a la naturaleza ocupan la porción más conocida de la obra del antioqueño. Ceiba de Junín, Los dos rivales, Más allá de Santa Rosa resaltan por la evocación de la belleza de las montañas y la decoración llena de vida, aroma y colorido, al igual que la melancolía activada por la ausencia del hogar paterno. Con Amelia -pone Restrepo punto final- Mejía ensaya la leyenda. Y si bien no era un novelista, dio vivacidad y pasión a los episodios del trágico amor entre Carlos y la protagonista, trabajando a fuego lento la forma, ""cual si fuera un poeta parnasiano"".