Las convulsiones

Abstract

Además de poeta y político ligado al general Francisco de Paula Santander, Luis Vargas Tejada escribió teatro. Su obra Las convulsiones ha demostrado su valor y vigencia; a más de siglo y medio de su estreno en El Coliseo de Bogotá el siete de julio de 1828, sigue siendo editada y adaptada, aspecto del que dan cuenta las ediciones de la obra en los años 1851 (Segunda edición), 1857 (Incluida en una colección de poemas de Vargas Tejada), 1899 (Edición de la Biblioteca Popular), 1936 (Editada por Minerva) y 2007(la presente edición de El Áncora Editores), por sólo citar algunos, y la reciente adaptación que de ella hizo Carlos José Reyes.

Esta composición de marcada influencia francesa, ingenio regocijado, picante con frecuencia y de acabado realismo, como ha sido descrita por la crítica, consta de doce escenas escritas en versos endecasílabos pareados en las que se desarrolla la siguiente historia:

Crispina, hija del adinerado Don Gualberto, padece de convulsiones que le resultan de cuanto capricho no le es atendido. Preocupado por la que considera una grave enfermedad de su hija, Gualberto decide contratar los servicios de un médico, oponiéndose a Fulgencia, la vieja ama de casa que relaciona el mal de la joven con una posesión demoníaca. Persuadido por su sobrino Gervasio, el hacendado Gualberto contrata a un joven médico que no es otro que Cirilo, un vividor con quien Gervasio ha tramado la manera de casar a su prima. Fingiendo ser un experto médico, Cirilo logra establecer contacto con Crispina, ahora evidentemente saludable y enamorada. Sin embargo, son descubiertos por Gualberto quien encuentra en su propia autoridad el remedio para aliviar las fingidas convulsiones de su hija. Si bien el texto está basado en una ridícula costumbre de la época en la cual las mujeres solían sufrir de ataques nerviosos reales o fingidos, la crítica señala como influencias de este drama obras como El acero de Madrid, de Lope de Vega, o la conocida pieza del conocido dramaturgo francés François Molière titulada El médico a palos. Su valor reside precisamente en la particular elaboración que hace Vargas Tejada de un tema tan universal como los vicios humanos, desde la perspectiva satírica que sólo el discurso cómico puede dar, adaptándolo coherentemente al contexto específico colombiano de la primera mitad del siglo XIX.