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Título : El día que enterramos las armas
Autor : Apuleyo Mendoza, Plinio (Autor)
Palabras clave : Creación literaria;Cuento;Literatura del siglo XX
Editorial : : s.e
metadata.dc.description.notes: Análisis y sistematización de información: Juan Felipe Ospina Villada, investigador Universidad de Antioquia.Proyecto: 1500 obras de la literatura colombiana en el Sistema de Información de la literatura colombiana -SILC. Investigadora principal: Olga Vallejo M y Gustavo A Bedoya.Institución: CERLALC y Gestión tecnológica de la Vicerrectoría de Extensión de la Universidad de Antioquia, 2009-2010.
Resumen : Habían sido cuatro años de vivir en el monte, y aunque la muerte se veía demasiado cerca por momentos, podría decirse que la guerra fue una fiesta. Las tropas de los ""patones"", arrasando pueblos en busca de la guerrilla, habían conseguido que las filas de ésta aumentaran a miles. Ni los bombardeos aéreos ni toda la artillería pudo derrotarlos. Fue sólo hasta que se anunció la amnistía y la paz y la caída de la dictadura, que pudieron desarmar a las chusmeros. Todos los frentes entregaron las armas, incluso en ocasiones por nada a cambio. Pero el Grupo de Emilio Santos, que era el más lejano de los Llanos, en la linde con Venezuela, decidió que no las entregarían sino que las enterrarían en un lugar seguro, para cuando fuera ocasión de recuperarlas. Se dieron las órdenes respectivas y poco a poco se fue desintegrando el círculo que habían hecho los hombres al rededor de Puntería, el segundo de Emilio, quien se había encargado de recoger las armas. Luego de enterrarlas cerca de un higuerón al borde del río, el coronel Emilio, Puntería y Manolo, éste ultimo un muchacho de familia metido a la guerrilla de pura aventura, remontaron el Orinoco hasta llegar a Venezuela. Puntería, que era el que manejaba la lancha, dio la vuelta y regresó a Colombia en medio de la oscuridad que comenzaba. Al tiempo, Manolo, hombre poco dado a los exilios, regresó al país y se convirtió en un ganadero gordo y rico, alejado de cualquier parecido con el guerrillero de otros años. Emilio Santos, por su parte, trabajó en cuanto empleo hubo. A veces se encontraba con alguno de sus hombres, quien, a diferencia de Puntería y muchos otros, había logrado sobrevivir a los asesinatos selectivos que luego perpetró el ejército en contra de los exguerrilleros. Se sentaba con él y conversaba sobre aquellos años de guerra. Lo único que lograba recordar con precisión de ese tiempo era el día en que enterraron las armas. Pensaba en ello y en las nuevas generaciones de chusmeros, alentados por Fidel y por el Che. Con gusto se las hubiera dado. Hubiera ido hasta allí y les hubiera entregado las armas. Al fin y al cabo constituían un buen comienzo para una nueva revolución. Plinio Apuleyo Mendoza nació en Tunja en 1932. Es Periodista y escritor. Estudió ciencias políticas en la Universidad de la Sorbona de París. Fue primer secretario de la embajada de Colombia en Francia. En 1979 ganó el Premio de Novela Plaza y Janés con la obra Años de fuga (1979). También obtuvo, compartido con sus hermanas, el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. Otras de sus obras son el libro de ensayos Primeras palabras, el libro de cuentos El desertor (1974), El olor de la guayaba (1982), reportaje sobre Gabriel García Márquez, La llama y el hielo (1984) y Nuestros pintores en París (1990).El cuento aquí reseñado se halla incluido en el libro El desertor.
URI : http://biblioteca.udea.edu.co:8080/leo/handle/123456789/3958
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