Ana Joaquina Torrentes

Abstract

Ocurrió en Ceilán. La cosa más pareció la venida del Apocalipsis que la matanza de ciento cuarenta y tres liberales. Hombres a caballo y de a pie llegaron arrasando con todo lo que encontraron. En todas las tiendas y tascas y fondas dejaron gente muerta a tiros, o a machetazos, o violada, o quemada. Robaron cuanta vaca vieron y todo lo que dio tiro, y a la mujer que no dejaron con el sexo hinchado y sanguinolento la prendieron junto con su casa. Porque los godos no abaleaban mujeres, sólo hombres, siendo tan valientes que eran. El esposo de Ana Joaquina Torrentes, por ejemplo, fue picado con machetes. Lo dejaron irreconocible. A otro le cortaron la cabeza y le pusieron su propio pene en la boca, a manera de tabaco. El final de la carnicería cuando llegó el padre Obando, éste sacó el Cristo y la Custodia para repelar a los devotos asesinos. Pero Ceilán había quedado ya destruido. Apenas velaban algunas viudas y huérfanos y un reguero de muertos mutilados. El amanecer dibujó las ruinas humeantes de las casas y dejó ver la sombra de los verdugos alejándose en la distancia.

Gustavo Álvarez Gardeazábal, escritor, docente y político nacido el 31 de octubre de 1945 en Tuluá. En 1970 se graduó con un título en Letras de la Universidad del Valle en Cali. Al cabo de un año publicó su libro Cóndores no entierran todos los días, tras ganar el Premio Monacor, el cual le brindó gran reconocimiento literario. Seguidamente recibió el premio Cuidad de Salamanca en 1973 y publicó varias novelas, entre las que figuran La Boba y el Buda (1972), Dabeiba (1973), El bazar de los idiotas (1974), El Divino (1986), El último gamonal (1987), Los sordos ya no hablan (1991) y Las cicatrices de Don Antonio (1997).

El texto aquí reseñado está incluido en el libro Cuentos del Parque Boyacá, y en la antología Cuentos y relatos de la literatura colombiana (Tomo II).