La presidenta

Abstract

Flor Romero nació en la Paz de Calamoima (Guaduas). Licenciada en Ciencias de la Comunicación de la Universidad Javeriana, especializada en ciencias políticas en la Universidad de la Sorbona. Fundadora y directora de la revista Mujer (1960-1974), redactora del periódico El espectador, catedrática de literatura política en la Universidad Javeriana, fundó el Pen Club de Colombia. Otros escritos: Tres quilates ocho puntos (premio Esso 1964, Edit. Andes Bogotá), Mi capitán Fabián Sicachá (finalista Premio Planeta 1967, Edit. Planeta, Barcelona), Triquitraques del trópico, entre otros. Actualmente es presidenta de UNEDA, Unión de Escritores de América.

Guadalupe Pérez es una mujer, cuya carrera política. Se desarrolla aproximadamente en la segunda mitad del siglo XX, luchando contra los ideales machistas de su época donde la única idea de mujer válida es la de aquella que se dedica de tiempo entero a criar a sus hijos y a velar por que en el hogar siempre tengan su asistencia amorosa y servil. Los hombres eran los encargados de la vida pública, política y laboral. Flor Romero nos presenta una Guadalupe consagrada a los quehaceres políticos, en una lucha por ganar la credibilidad y confianza del pueblo, soportando y luchando contra la oposición de su más acérrimo enemigo, Napoleón Guerra, que no desaprovecha ninguna ocasión para ridiculizarla y desprestigiar su trabajo político. A pesar de todo esto, Guadalupe, la capitana, la presidenta, Lupe, como le dicen sus seguidores, se gana la credibilidad del pueblo, quien la respalda siempre en sus luchas contra la corrupción, el hambre, el desempleo y la falta de educación, y consigue llegar a la presidencia, en reemplazo a su antecesor, quien muere de un paro cardíaco. En este libro, Flor Romero lleva al extremo el carácter de la protagonista, primero, mostrándonos una Guadalupe de carácter recio con los corruptos y con sus detractores, pero a la vez muy dulce con sus seguidores, que la idealizan casi hasta el punto de idolatrarla y beatificarla; y finalmente, a una Guadalupe, cansada de las luchas partidarias, casi en declive de su carrera, indiferente ante un país que abre sus puertas al tráfico de sustancias psicoactivas ilegales, a las multinacionales que no solo devastan la identidad del pueblo, sino que lo someten a trabajos degradantes a cambio de baja remuneración, y ante un pueblo sin iniciativa propia, que pierde sus sueños.