El anteojo mágico

Abstract

""El anteojo mágico"" relata las impresiones del narrador sobre el paisaje que observa a través de su anteojo mágico. Lo mágico de este artefacto consiste en que el paisaje que se descubre es el de su propia vida interior. Así, en un principio, cubiertos por una neblina espesa, se confunden en el horizonte las rocas con los árboles, los árboles con los hombres. Las formas son inexactas y no hay posibilidad de distinguir nada con claridad. Para el narrador, ese paisaje está conformado por imágenes de su pasado, esos árboles bien podrían ser las ceibas de Supía; la roca, la Piedra del Peñol; uno de los hombres tenía la cara del viejo Carrasquilla, su maestro. Por un momento, los árboles y las rocas se convierten en fieras, con colmillos y garras dan la impresión de estar librando una extraña disputa entre ellos. Pero no son más que visiones provocadas por la distancia de los objetos, la bruma que oscurece todo y la tensión entre las fuerzas de la naturaleza. Unos instantes después, atraído por la súbita tranquilidad del paisaje, el hombre (el que parece ser Carrasquilla) se sienta debajo del árbol, junto a la roca, para “recibir un poco de paz cayente de las nubes”. Pero cuando el hombre retira el anteojo mágico, lo que tiene frente a sí es un paisaje completamente distinto al que ha visto, sin bruma ni sombras, sin ningún rastro aparente de lo que había acabado de describir. Todo cuanto lo rodea es calma y armonía, testimonio de una mano divina que ha dejado todo en orden. Finalmente, tras varios experimentos, el hombre se da cuenta de que aquel extraño paisaje que había observado es la imagen de su propia vida interior “descontenta con el ritmo natural y profundo de la vida”.